La escuela del mundo by Salman Khan

autor:Salman Khan [Khan, Salman]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Ariel
publicado: 2019-09-30T22:00:00+00:00

El software de la Academia Khan

Rebobinemos rápidamente hasta 2004 para recordar cómo empezó todo esto. Por aquella época, yo aún trabajaba en el fondo de cobertura. La Academia Khan, así como los vídeos de YouTube que se han convertido en su rasgo más visible, surgiría mucho más adelante. Yo solo era un tipo que daba algunas clases particulares por teléfono.

Desde el principio me inquietaba, incluso me escandalizaba, darme cuenta de que la mayoría de mis alumnos —pese a que por lo general eran estudiantes motivados y «con éxito»— tenían prendido con alfileres el material básico, sobre todo en matemáticas. Había muchos conceptos fundamentales que entendían a medias. Por ejemplo, eran capaces de definir un número primo (un número que solo es divisible por sí mismo y por 1), pero no sabían explicar qué relación tenía ese concepto con la idea, más general, del mínimo común múltiplo. En resumidas cuentas, las fórmulas estaban ahí, habían memorizado lo elemental, pero les faltaban las conexiones. No habían realizado los saltos intuitivos. ¿Por qué no? Es muy posible que en clase hubieran estudiado el material demasiado deprisa y por encima, y que los conceptos relacionados se hubieran quedado en el gueto de la división artificial en unidades. El caso era que, en realidad, no sabían de matemáticas; solo conocían determinadas palabras y procesos que describían las matemáticas.

Esa comprensión a medias tenía consecuencias que salieron a la luz rápidamente en las clases particulares. En respuesta a las preguntas más sencillas, los alumnos tendían a dar respuestas muy tentativas; respuestas que sonaban a suposiciones, aunque no lo fueran. Me pareció que había dos motivos para esta falta de asertividad. El primero era que, como no tenían una verdadera comprensión conceptual del material básico, pocas veces sabían con certeza qué se les preguntaba o qué herramienta conceptual debían utilizar para resolver el problema. Por poner una analogía aproximada, era como si les hubieran enseñado, en dos lecciones diferentes, cómo usar un martillo y cómo usar un destornillador. Si les decían que clavaran un clavo, empleaban el martillo; si les decían que pusieran un tornillo, el destornillador. Pero, si les decían que construyeran un estante, se quedaban paralizados, a pesar de que solo tenían que combinar conceptos que deberían haber aprendido. El segundo problema era, simplemente, de confianza. Respondían con inseguridad porque en el fondo sabían que iban de farol. Por supuesto, eso no era culpa suya: su formación hasta entonces había sido tipo «queso emmental» y se balanceaban sobre unos cimientos inestables.

En lo relativo a las clases particulares, esas deficiencias de entendimiento básico se convirtieron en un quebradero de cabeza. Se habría tardado muchísimo en identificar y resolver las lagunas de cada alumno, y habría poco tiempo y energía para acometer conceptos más avanzados. El proceso, supongo, también habría resultado doloroso y humillante para el alumno. «Vale, dime qué más no sabes.»

Así, con el objetivo de crear una forma de rellenar las lagunas educacionales de mis alumnos sin demasiada demora, escribí un software muy sencillo para generar problemas de matemáticas.

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